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Macaya McGraven. In these Times (2022)

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  Macaya McGraven es un batería de Chicago que hace algún tiempo que sigo. Voy muy perdido por el universo del jazz y no siempre acierto en los músicos que escucho. Pero creo, que en este caso, he acertado bastante. Me lo confirma su reciente disco. In these Times (2022). Y el hecho de que aparezca en la mayoría de las recomendaciones de las revistas especializadas (entre los 20 mejores de todos los géneros, según metacritic). Un álbum confortable, rico que invita a ponerse cómodo, cerrar los ojos y dejarse llevar.

Millors 2022. Mis 20+1 discos favoritos del año.

Como siempre. Lista de aficionado. Basada, simplemente, en mi absolutamente subjetivo criterio. Los discos que, por alguna razón u otra me han hecho pasar los mejores ratos. Tal vez no son los mejores, pero seguro que no son los peores. 1- The Smile. A Light for Atracting Attention.  Soy, es una manera de decir, del Radiohead del Ok Computer y del Amnesiac. También del Kid A, pero es otra historia. Luego les seguí con poca regularidad y debo ser de los pocos que no se entusiasmó demasiado con In Rainbow. Acogí el disco de the Smile con poca contaminación personal: no se trata de un nuevo disco de Radiohead. Aunque, podemos guiñar el ojo izquierdo unas cuantas veces sin sonrojarnos. Y resulta que es mi favorito del año. Que lo tome por donde lo tome, siempre tiene algo que ofrecer. Que aguanta muchas escuchas. A pesar de ser “muy” Radiohead. O tal vez, precisamente, por esto. 2- Black Country, New Road. Ants from up there. Segundo disco de la banda revelación del pasado año. Y progresan

Pep “Pepino” Pascual. Tu. (2022)

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Impresionante. Pepino, el músico que construye instrumentos con una cafetera, las figuras del futbolin o una sierra, nos sumerge en un viaje por las melodías de nuestra vida.  Con instrumentos tradicionales y, también, mágicos. Un disco largo que se hace corto. Fresco, libertario y popular. El mejor trabajo editado, en 2022, en nuestro país.

Broken Bells. Into the Blue. (2022)

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El pop de Broken Bells es, sencillamente, bello. De sala de mediano aforo. Con el público bien sentado en pequeñas mesitas redondas. Bebiendo champán. En otro tiempo, en otro lugar, serían largamente coronados.

Office Culture. Big Time Things. (2022)

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De Brooklyn. Pero no lo parece. Melodías académicas. Acordes bien puestos. Voces adecuadas. Palabras amables. Producción exquisita. Un álbum al que no se le pueden poner peros. Que, sin engaños, es absolutamente agradable desde ya las primeras notas. Se puede escuchar una vez o cien. Siempre está en su punto.

Cathy Claret. Así soy yo. (2022)

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La francesa no es ya ninguna jovencita. Aunque sus canciones suenan tremendamente juveniles, ha pasado largamente la cincuentena. Una de las mejores exponentes del nomadismo gitano. Su música puede estar entre la  canción francesa, el flamenco mediterráneo y los ritmos latinos, de la bossa-nova al reggaeton.  Su último disco es, en mi opinión, una pequeña obra maestra.

Death Cab for Cutie. Asphalt Meadows. (2022)

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No fallan. Tras 25 años de carrera, su décimo álbum es tan bueno como cualquiera de sus mejores trabajos. Rock tranquilo pero que no olvida la mala leche. Que cuida las melodías y la interpretación. Con la “vieja” actitud que comparten con grupos como Yo la Tengo, Lambchop o los mismísimos Low.  Siempre tienen un lugar en las estanterías.

Lucrecia Dalt. ¡Ay! (2022)

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Escuchar el reciente trabajo de la colombiana (afincada en Berlín, tras un tiempo en Barcelona) es sumergirse en una de las mejores experiencias músicales de la actualidad. Pasados los cuarenta, transita desde la electrónica hasta un pop onírico con influencias que van del jazz a la canción latinos y la música de cabaret de los años treinta. Letras con un punto surrealista pero con ideas identificables. Susurradas, casi más que cantadas, como para no resultar demasiado intrusiva. Un disco, repleto de matices e ideas, que gana con cada escucha.

Gently Tender. Take Hold Of Your Promise. (2022)

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Primer largo de la banda. Proceden de oros grupos. Se nota en el oficio y madurez para ser un primer trabajo. Me cuesta explicar el estilo, pero recuerda al folk británico con toques psicodélicos de costa oeste norteamericana. Todo ello con background rock y parte de la parafernalia del género: bajo revoltos y punteos de guitarra.  ¿Nada nuevo bajo el sol? No. Pero con temas bien compuestos e interpretados. Que ya es mucho.

Yeah Yeah Yeahs. Cool It Down. (2022)

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Cinco LP’s en 22 años. Todos sus discos han sido bien recibidos. El directo de Karen O se ha considerado de lo mejor que se puede ver en un escenario.   Su música tiene claras influencias ochentenas, pero no sería posible si no hubiesen existido los noventa. Y ya, en el XXI, todo cosecha propia. No son megapopulares. No se les conocen extravagancias. Viven con discreción bastante alejados del mainstream. Espíritu indie. El disco suena actual, mestizo, entre el pop electrónico con guitarras y el rock guitarrero con electrónica (…)  Y, por supuesto, Karen Lee (norteamericana-coreana-polaca) con la batuta. Y las partituras, el piano, la Voz…

Sorry. Anywhere But Here. (2022)

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Hace un par de años, tras su debut (925) me dejaron muy gratamente impresionado. Pensé en carrerón, dentro del segmento independiente y, este segundo álbum,  confirma mis impresiones de aquel. Persisten en su negativa a ser clasificados con facilidad, la imaginación que destila cada uno de los cortes y un oficio virtuoso de todos los componentes de la banda.  Dicen que cuando el segundo es también bueno, la banda va bien. A esperar el de la confirmación.

Jack J. Opening the Door. (2022)

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Electrónica/ambient que se puede poner a cualquier hora. Efectivo. Melodías de progresiones que no se salen ni un milímetro de la ruta armónica más limpia (y académica). De entrada parece poca cosa. Pero acaba imponiendose.  Lo bello, si simple, dos veces bello.

PIxies. Doggerel. (2022)

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 Fui fan de los Pixies. Entre el 87 y el 91. Del siglo XX. En estos años escribieron una de las grandes páginas de la historia de la música popular. Nadie como ellos era capaz de darle dureza al pop y armonía al rock. Geniales. Merecen cápitulo propio en las enciclopedias. Desde entonces los he seguido poco. Leo que han sacado otros 4 discos. Y, aunque tengo dudas, este es el primero que les escucho tras el Trompe. Sabe a Pixies. Sin duda. Es bueno. Pero, como lo podría explicar sin que nadie se enfade, no me llama. Son los mejores haciendo de Pixies. Pero la música popular tiene un compromiso con la actualidad. Ese es su encanto. Pone banda sonora a la cotidaniedad.  El Doggerel es un gran disco. De finales de los 80. Cuando Ronald Reagan y Margaret Teacher estaban a poco de dejarlo.

Zola Jesus. Arkhon. (2022)

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Zola Jesus ( Nicole Rose Hummel) no es una recién llegada. Su primer disco es de 2009. De esos músicos con estilo personalismo. Fusión, claro, de diversos géneros. No se muy bien porque, pero me recuerda tanto a Enya, como a Björk… y a Pathy Smith. Entre el classicismo, el folklore (es americana pero parece más europea) y una clara voluntad de experimentar. No será el album del año, pero la canción que lo abre está entre mis favoritas.

Julia Jacklin. Pre Pleasure. (2022)

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Si reconoce influencias de Doris Day y de Björg, algo interesante seguro que ha de ofrecer esta treintañera australiana. Y así es. No solo se sale un poco del guión. Va desgranando canciones indie (más por lo personal que otra cosa) sin necesidad de despeinarse demasiado.  Sin ánimo de molestar ni hacer demasiado ruido consigue la magia de interpretar bien canciones muy atractivas. Se puede dejar en bucle. Varios días

Elephant. Big Thing. (2022)

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Poco a poco y sin hacer demasiado ruido, que no lo hace, se ha convertido en mi disco más escuchado del verano. O, al menos, de la cánícula de Agosto. Pop indy aparentemente normalito, pero con temas bien dibujados y adornados con un aliño muy especial. ¡Que maravillosa guitarra! Discos llevaba, de cualquier género, sin disfrutar tanto de una guitarra tan bien puesta como en este trabajo. ¿Lo veo en mi top ten del año?

The Smile. A Light for Atracting Attention. (2022)

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Soy, es una manera de decir, del Radiohead del Ok Computer y del Amnesiac. También del Kid A, pero es otra historia. Luego les seguí con poca regularidad y debo ser de los pocos que no se entusiasmó demasiado con In Rainbow. Acogí el disco de the Smile con poca contaminación personal: no se trata de un nuevo disco de Radiohead. Aunque, podemos guiñar el ojo izquierdo unas cuantas veces sin sonrojarnos. Y resulta que es uno de mis favoritos del año. Que lo tome por donde lo tome siempre tiene algo que ofrecer. Que aguanta muchas escuchas. A pesar de ser “muy” Radiohead. O tal vez, precisamente, por esto.

Guided by Voices. Tremblers and Goggles by Rank (2022)

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Una de aquellas bandas americanas que parecen británicas. Es verdad que sus orígenes hay que buscarlos (como tantísimos grupos) en la Velvet. Sustentan la base rítmica en power chords de lo más punk, pero cubren ese ritmo duro con melodías de la mejor época beat inglesa. Viejos en el negocio, su primer disco es del 87, pero iniciaron cinco años antes, la formación ha cambiado bastante  y solo el cantante, Robert Pollard, se mantiene desde el principio. El disco me ha gustado. Con mucho oficio. Atemporal.

Ben Harper. Bloodline Maintenance. (2022)

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Es soul. Incluso rememora aquel de los setenta. Con su base gospel y guiños al blues. Pero, como siempre, lo aliña con folk, reggae, hip hop, jazz, country y rock guitarrero británico. Pronto cumplirá treinta años de carrera. Siempre hay algo que descubrir en sus discos. También en este.

Girlpool. Forgiveness. (2022)

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Tal vez sea por la voz en falsete. Tal vez por lo que bien que, Avery Tucker y Harmony Tividad, combinan. Por la electrónica que acoge y aterciopela las melodías y estribillos.  Por todo eso. Y algo más. Que se puede sentir pero es difícil de contar.

Porcupine Tree. Closure/Continuation. (2022)

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  Porcupine Tree. Closure/Continuation. (2022) Tenemos la edad de los Sex Pistols y el punk es nuestra etiqueta generacional. Pero antes pasamos por Woodstock (y todo aquello), nos entretuvimos en el glam y fuimos los pagadores fieles de todo aquello que se aglutinó bajo la denominación de rock progresivo que, posiblemente se pasó de frenada y puso en bandeja (con la ayuda de los “nuevos liberales”) la irrupción de Rotten y compañía. Toda esta introducción para justificar que la complejidad “progresiva” no me es nada extraña. En realidad, compré muchos de los grandes discos del género. Hasta 1977, claro. No creo decir ninguna tontería si afirmo que Porcupine Tree son los representantes más conocidos del progresivo del siglo XXI. Bueno, mejor Steven Wilson, que como grupo llevaban años sin publicar nada nuevo. Su ultimo disco es, sencillamente, estupendo. Rinde honor al género, no se sale del guión y anima a calzarse unos buenos auriculares, bajar la luz y dejarse llevar. Igual que hace

Lightning in a Twilight Hour. Overwintering. (2022)

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¿Dream pop, space, slow…? Ni idea. Pero el disco contiene un puñado de temas que, a modo de banda sonora imaginaria, te van a regalar una de las mejores inversiones para ocupar, casi, sesenta minutos. Para escuchar cuando el día va llegando al ocaso.

Toro y Moi. Mahal (2022)

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Inspiradísimo disco del californiano Chaz Bear. A partir de la electrónica propone un viaje que lleva a las melodías de Bacharach, el soul del ghetto, la psicodelia de la alta california de los 60 y el jazz de garito de las afueras de Los Angeles. Si allí se tocó jazz alguna vez. Es denso, hay que prestarle atención, pero vale mucho la pena. Sorpresas garantizadas en cada corte. 

Spiritualized. Everything Was Beautiful. (2022)

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Disco sin sorpresas. Si te gusta aquel estilo que inauguraron hace 30 años, no vas a sentirte defraudado. Pop/rock para mecer, soñar en un campo de mariposas y darse un chapuzón en las aguas cristalinas de la bahía. A un ritmo antifatiga para no maltratar el merecido descanso que, seguro, nos hemos ganado. Ansiolítico natural.

Arcade Fire. We. (2022)

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Tras cinco años de silencio en los estudios, llega We. El disco “pandémico”. Y mucho tiene de soledad, introspección y aislamiento. Y algo, también, del goce de la vida y el reencuentro. Hace años que me cuesta encontrar un nuevo disco que mejora tras cada escucha, que tengo ganas de volverlo a oír cuando termina. Que consigue emocionarme tanto que debo dejar cualquier otra cosa que esté haciendo para centrarme en la música. Todo eso ha ocurrido con We. No he leído demasiadas buenas críticas por parte de los “majors”. Da igual. Seguro que no le han prestado suficiente atención. Es inmenso.

Rosalía. Motomami. (2022)

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Soy de los que piensan que no hay música mala. Ni música sencilla. La música urbana, de origen proletario y latino se suele mirar por encima del hombro por parte de los blancos del primer mundo. Esta ha sido una constante cultural. Desde el flamenco al hip-hop, pasando por el jazz. Rosalía es una buscadora. Posiblemente esta inquietud es su mayor activo. Parte de la música que ha disfrutado en la calle, como el flamenco y el reagueton están en su fenotipo musical. Pero también el pop y músicas del folclore latinoamericano. Rosalía tiene una formación envidiable. Es músico con formación reglada. Entiende y sabe lo que hace.  Aunque - y esa es mi humilde opinión - todavía no ha dado con lo que quiere. Lo cual no tiene porque ser malo en un artista. Por eso el disco es tan heterogeneo de ritmos y melodías. El nexo común está en las letras. Reivindica su derecho a ser, pero también sus miedos al mundo en que se ha metido. Ambas ideas están presentes en las canciones. El disco me ha gustado

Sault. Air. (2022)

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Ya llevan media docena de discos y poco sabemos de ellos. O de el. Porque tras Sault, lo único que se a ciencia cierta es que está el productor, compositor y multiinstrumentista Dean Josiah Cover, conocido como Inflo. Y que son ingleses, reivindican el black power y juegan con los estilos músicales como les apetece. Pero siempre, muy bien. En su última entrega, aparentemente, no quedan trazos de aquel soul-funk vitaminado con altas dosis de progresismo. Es pura música contemporánea de cámara. Instrumentos clásicos, partituras complejas y alejadas de los ritmos de la música “popular”. Críticas divididas. Algunas, más razonadas desde la justificación socio-política que desde el puro análisis musical. ¿Recomiendo? Dejarse llevar por la experiencia. Espíritu abierto y oidos atentos. Tras unos tres cuartos, igual, el disfrute ha sido notable.

Modern Studies. We Are There (2022)

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Tercer disco de la banda escocesa que se mueve entre el folk y el pop. Ambos, en cualquier caso, de “cámara”. En la tradición de Belle & Sebastian o Camara Obscura. Ofrecen un disco con muy buenas canciones , que entran sin calzador pero permiten muchas escuchas sin fatigas. Amantes del “ruido”, pueden abstenerse.

Pillow Queens. Leave the light on. (2022)

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  Pillow Queens. Leave the light on. (2022) Grupo femenino que comparte guitarras valientes, melodías inteligentes y voces animosas. Capaces de levantar un estadio, si el tema se pone a tiro. Son irlandesas. Y eso es una pista.  ¿Un punto a favor?  Depende. No son para todas horas. Pero si las coges en ese momento que si que toca, amarás este disco.

Lily Konigsberg. Lily We Need to Talk Now. (2021)

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En muchas ocasiones, escucho un disco tres o cuatro veces. En distintas situaciones. Y lo dejo en reposo unas cuantas semanas. Ocasionalmente, meses. Un día, vuelvo a el. Y las canciones me resultan agradablemente familiares. Me gustan mucho. Cuando termina, se que lo volveré a escuchar. Varias veces. Eso es lo que me ha ocurrido esta mañana con el LP de debut de Lily Konigsberg. Un repaso al pop-rock desde los tiempos de la Velvet. Sencillo pero efectivo. Cuidado. Sobresaliente.

Caroline. Caroline. (2022)

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A estas alturas de la película, ya ando un poco cansado del rock tradicional. Especialmente el norteamericano.  Acogí con mucho interés (y me enganché a alguna) las propuestas de las bandas “postrock” que acompañaron el cambio de milenio. El ¿género? pasó pronto a un segundo plano aunque, de vez en cuando, aparecen discos que consiguen recordarme aquellos buenos tiempos. Es el caso de Caroline, banda inglesa creada hace cinco años en su (creo) primer LP. Mantiene las características introducciones, subidas y bajadas, con una interpretación que es, a la vez, compleja y sobria. Por ahí está el atractivo. Y un punto experimental, con sus sorpresas, que consigue mantener la concentración. Me ha gustado.

Big Thief. Dragon New Warm Mountain I Believe in You. (2022)

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La banda se mueve muy bien entre el indie y el folk complejo. Trabajo tras trabajo, no dejan de asombrar, no solo por su tremenda capacidad para juntar notas de forma armoniosa. También, por la manera con la que arropan las melodías. Con una imaginación que les lleva a experimentar con acompañamientos    muy originales. Y apropiados. Luego, la voz de Lenker. Las historias que cuentan… En fin, que nadie se lo pierda.

Entrada eliminada. (2022)

Este post ha sido eliminado por blogger.com hasta en cuatro ocasiones. No me han dicho el motivo.

Animal Collective. Time Skiffs. (2022)

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Los de Maryland, veinte años de carrera, han permanecido mucho más cerca del underground que del gran público. En parte, porque daban la impresión de estar en un ensayo constante. Apuntando pero sin terminar de definir. Los he seguido con una cierta irregularidad y poca devoción. Hasta ayer. El 8,3 de Pitchforck me animó a dedicarle, a su reciente trabajo, toda mi atención.  No es un disco simple, aunque buscan la buena melodía. La que es posesiva. Manejan muy bién el envoltorio de los temas. A ratos parece que estén improvisando y se dejan llevar por juegos instrumentales que recuerdan las sesiones de finales de los sesenta (…o primeros de los setenta). Pero son banda del XXI. Muy cultos. Muy preparados. Muy buenos.