Millors 2022. Mis 20+1 discos favoritos del año.



Como siempre. Lista de aficionado. Basada, simplemente, en mi absolutamente subjetivo criterio. Los discos que, por alguna razón u otra me han hecho pasar los mejores ratos. Tal vez no son los mejores, pero seguro que no son los peores.


1- The Smile. A Light for Atracting Attention. 

Soy, es una manera de decir, del Radiohead del Ok Computer y del Amnesiac. También del Kid A, pero es otra historia. Luego les seguí con poca regularidad y debo ser de los pocos que no se entusiasmó demasiado con In Rainbow.

Acogí el disco de the Smile con poca contaminación personal: no se trata de un nuevo disco de Radiohead. Aunque, podemos guiñar el ojo izquierdo unas cuantas veces sin sonrojarnos.

Y resulta que es mi favorito del año. Que lo tome por donde lo tome, siempre tiene algo que ofrecer. Que aguanta muchas escuchas. A pesar de ser “muy” Radiohead. O tal vez, precisamente, por esto.


2- Black Country, New Road. Ants from up there.

Segundo disco de la banda revelación del pasado año. Y progresan. Más tranquilos. Más arriesgados. Más imaginativos.

Con la fuerza de una gran banda, aunsn el rock  la tradición del musical inglés. 

Comulgar con su propuesta supone entrar en un paisaje musical soniro, onírico, bello. 

Cruzo los dedos para que puedan realizar un tercer disco.


3- Modern Nature. Island of Noise 

Alma psicodélica y cuerpo de jazz. Y a construir canciones.

Por ahí va la más que interesante propuesta de esta banda inglesa.

Producción austera. Resultados excelentes.

Tocan despacio y se mueven en una penumbra que, a ratos, comparten con Low y, otros, con Radiohead.

Disco a escuchar. Varias veces. Grupo a seguir.


4- Toro y Moi. Mahal 

Inspiradísimo disco del californiano Chaz Bear. A partir de la electrónica propone un viaje que lleva a las melodías de Bacharach, la psicodelia de la alta california de los 60 y el jazz de garito de las afueras de Los Angeles. Si allí se tocó jazz alguna vez.

Es denso, hay que prestarle atención, pero vale mucho la pena. Sorpresas garantizadas en cada corte. 


5- Sorry. Anywhere But Here. 

Hace un par de años, tras su debut (925) me dejaron muy gratamente impresionado. Pensé en carrerón, dentro del segmento independiente y, este segundo álbum,  confirma mis impresiones de aquel.

Persisten en su negativa a ser clasificados con facilidad, la imaginación que destila cada uno de los cortes y un oficio virtuoso de todos los componentes de la banda. 

Dicen que cuando el segundo es también bueno, la banda va bien. A esperar el de la confirmación.


6- Caroline. Caroline. 

A estas alturas de la película, ya ando un poco cansado del rock tradicional. Especialmente el norteamericano. 

Acogí con mucho interés (y me enganché a alguna) las propuestas de las bandas “postrock” que acompañaron el cambio de milenio.

El ¿género? pasó pronto a un segundo plano aunque, de vez en cuando, aparecen discos que consiguen recordarme aquellos buenos tiempos.

Es el caso de Caroline, banda inglesa creada hace cinco años en su (creo) primer LP.

Mantiene las características introducciones, subidas y bajadas, con una interpretación que es, a la vez, compleja y sobria. Por ahí está el atractivo. Y un punto experimental, con sus sorpresas, que consigue mantener la concentración.

Me ha gustado.


7- Death Cab for Cutie. Asphalt Meadows. 

No fallan. Tras 25 años de carrera, su décimo álbum es tan bueno como cualquiera de sus mejores trabajos. Rock tranquilo pero que no olvida la mala leche. Que cuida las melodías y la interpretación. Con la “vieja” actitud que comparten con grupos como Yo la Tengo, Lambchop o los mismísimos Low. 

Siempre tienen un lugar en las estanterías.


8- Pep “Pepino” Pascual. Tu. 

Impresionante inmersión sonora la que propone Pepino, el músico que construye instrumentos con una cafetera, las figuras del futbolín o una sierra. Nos sumerge en un viaje por las melodías de nuestra vida. 

Con instrumentos tradicionales y, también, mágicos.

Un disco largo que se hace corto. Fresco, libertario y popular.

El mejor trabajo editado, en 2022, en nuestro país.


9- Elephant. Big Thing. 

Poco a poco y sin hacer demasiado ruido, que no lo hace, se ha convertido en mi disco más escuchado del verano. O, al menos, de la canícula de Agosto.

Pop indie aparentemente normalícelo, pero con temas bien dibujados y adornados con un aliño muy especial. ¡Que maravillosa guitarra! Discos llevaba, de cualquier género, sin disfrutar tanto de una guitarra bien puesta como en este trabajo.


10- Big Thief. Dragon New Warm Mountain I Believe in You. 

La banda se mueve muy bien entre el indie y el folk complejo. Trabajo tras trabajo, no dejan de asombrar, no solo por su tremenda capacidad para juntar notas de forma armoniosa. También, por la manera con la que arropan las melodías. Con una imaginación que les lleva a experimentar con acompañamientos  muy originales. Y apropiados. Luego, la voz de Lenker. Las historias que cuentan…

En fin, que nadie se lo pierda.


11- Jockstrap. I love you Jennifer B 

El duo publica su primer LP y lo hace por la puerta grande. 

La (variadísima) electrónica es un género que tiende a saturarme. Y eso que tengo muchísimo por descubrir.

Los ingleses juegan con melodías pop y arreglos vocales que visten con los artilugios sonoros del género. Que en este caso no se (me) repite. Excelente disco.


12- Broken Bells. Into the Blue. 

El pop de Broken Bells es, sencillamente bello. De sala de mediano aforo. Con el público bien sentado en pequeñas mesitas redondas. Bebiendo champán.

En otro tiempo, en otro lugar, serían largamente coronados.


13- Cathy Claret. Así soy yo. 

La francesa no es ya ninguna jovencita. Aunque sus canciones suenan tremendamente juveniles, ha pasado largamente la cincuentena.

Una de las mejores exponentes del nomadismo gitano. Su música puede estar entre la  canción francesa, el flamenco mediterráneo y los ritmos latinos, de la bossa-nova al reggaeton. 

Su último disco es, en mi opinión, una pequeña obra maestra.


14- Zola Jesus. Arkhon. 

Zola Jesus (Nicole Rose Hummel) no es una recién llegada. Su primer disco es de 2009.

De esos músicos con estilo personalismo. Fusión, claro, de diversos géneros. No se muy bien porque, pero me recuerda tanto a Enya, como a Björk… y a Pathy Smith.

Entre el clasicismo, el folklore (es americana pero parece más europea) y una clara voluntad de experimentar.

No será el álbum del año, pero la canción que lo abre está entre mis favoritas.


15- Arcade Fire. We. 

Tras cinco años de silencio en los estudios, llega We. El disco “pandémico”. Y mucho tiene de soledad, introspección y aislamiento. Y algo, también, del goce de la vida y el reencuentro.

Hace años que me cuesta encontrar un nuevo disco que mejora tras cada escucha, que tengo ganas de volverlo a oír cuando termina. Que consigue emocionarme tanto que debo dejar cualquier otra cosa que esté haciendo para centrarme en la música.

Un disco que arrastra las acusaciones por violencia sexual a Butler, lo que no debería penar al resto de la banda.


16- alt-J. The Dream. 

A alt-J hay que escucharlos varias veces para saborear su propuesta. Su música entra sin dificultad. Pop “alternativo” variante indie. Pero cargado de cosillas que vamos descubriendo en cada audición. Y los enriquece. 


17- Yard Act. The Overload. 

Hay una cierta actitud compartida entre el Rap y el Punk. Cuentan más sobre lo que ocurre fuera que dentro. Y son dicharracheros.

Esto he pensado con la primera escucha (y lectura) del disco más interesante de lo que va de año. 

LP de debut de la banda de Leeds, que le aleja unas pocas millas sonoras de la reciente hornada postpunk inglesa.

Eso si, bajo, batería, guitarrazos, alguna floritura digital y voz que habla y habla y habla.

Esperanzadores.


18- Gently Tender. Take Hold Of Your Promise. 

Primer largo de la banda. Proceden de oros grupos. Se nota en el oficio y madurez para ser un primer trabajo.

Me cuesta explicar el estilo, pero recuerda al folk británico con toques psicodélicos de costa oeste norteamericana. Todo ello con background rock y parte de la parafernalia del género: bajo revoltos y punteos de guitarra. 

¿Nada nuevo bajo el sol? No. Pero con temas bien compuestos e interpretados. Que ya es mucho.


19- Spoon. Lucifer on the Sofa. 

Son necesarios discos como este. Rock y r&b sin trampa ni cartón. Sin excesos de producción. Con las guitarras a los mandos, bajo y batería marcando el compás y la voz, en su medio tono, entonando una buena melodía.

Para los amantes que pasean por la escollera en plena discusión.

Para la bebedora solitaria que no tiene ganas de regresar a casa.

Para el chico que enfila la curva que le llevará lejos de la ciudad.

Y tantos otros.

Un disco necesario.


20- Lucrecia Dalt. ¡Ay! 

Escuchar el reciente trabajo de la colombiana (afincada en Berlín, tras un tiempo en Barcelona) es sumergirse en una de las mejores experiencias músicales de la actualidad.

Pasados los cuarenta, transita desde la electrónica hasta un pop onírico con influencias que van del jazz a la canción latinos y la música de cabaret de los años treinta.

Letras con un punto surrealista pero con ideas identificables. Susurradas, casi más que cantadas, como para no resultar demasiado intrusiva.

Un disco, repleto de matices e ideas, que gana con cada escucha.


y 21- Rosalía. Motomami. 

Soy de los que piensan que no hay música mala. Ni música sencilla. La música urbana, de origen proletario y latino se suele mirar por encima del hombro por parte de los blancos del primer mundo. Esta ha sido una constante cultural. Desde el flamenco al hip-hop, pasando por el jazz.

Rosalía es una buscadora. Posiblemente esta inquietud es su mayor activo. Parte de la música que ha disfrutado en la calle, como el flamenco y el reagueton están en su fenotipo musical. Pero también el pop y músicas del folclore latinoamericano.

Rosalía tiene una formación envidiable. Es músico con formación reglada. Entiende y sabe lo que hace. 

Aunque - y esa es mi humilde opinión - todavía no ha dado con lo que quiere. Lo cual no tiene porque ser malo en un artista.

Por eso el disco es tan heterogeneo de ritmos y melodías. El nexo común está en las letras. Reivindica su derecho a ser, pero también sus miedos al mundo en que se ha metido. Ambas ideas están presentes en las canciones.

El disco me ha gustado. Y, en momentos, consigue emocionarme. Hay un gap generacional, sin duda, pero creo que el disco facilitará que los blancos del primer mundo, mayores de cincuenta años y cargados de rock, nos lo pasemos bien con la música de nuestros hijos.

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