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Bon any nou!

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 Gracias al cassette pude tener aquella música que no podía comprarme. Canciones tomadas de la radio. Discos de mis amigos. Gracias al cassette pude llevar conmigo la música que me apetecía. Escucharla en el coche. Compartirla en cualquier lugar. No es extraño que mi disco favorito del año que termina esté en una humilde cinta de cassette. Larga vida. Salud, paz y amor para 2022.

Sloppy Jane. Madison.

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Me dolió no poder incluir este disco entre mis 10 favoritos del 21. Con todos los honores, es el número once. Haley Dal, alma de la banda, tenía que cambiar. De todo. De vida, de género musical y de estudio de grabación.  Por eso dejó el punk y decidió grabar Madison en el interior de una cueva bajo tierra.  Poco puedo decir sobre su vida. Es un disco coral, con muchos músicos y temas complejos. No es progresivo ni tampoco postrock. Prima la melodía casi pop y alguna resonancia folk. Recomiendo prestarle atención. Se la merece. Aprovecho la entrada para desear un feliz y saludable año 2022.

Mis mejores discos de 2021

1. Spelling. The Turning Well.  Disco “sorpresa no esperada” del año.    Ya en los primeros compases del primer tema intuyes que ahí van a pasar cosas de esas que, precisamente, no ocurren con frecuencia. Hoy por hoy. Cierras los ojos y parece que se va a abrir un telón imaginario y unos actores repeinados y bien vestidos, van a interpretar una comedia de sábanas blancas.   La tremenda voz de la californiana Chrystia "Tia" Cabral   ayuda a entrar en situación y la extraordinaria producción, a “orquesta completa” desde el foso imaginado, sumerge en un puñado de temas que, encadenándose, marcan el guión de esta sinfonía pop del 21. No dejarla escapar. 2. St Vincent. Daddy's Home. No me pregunten porque, pero siempre ando buscándole las cosquillas a los discos de Annie Clark. Su popularidad está avalada por una calidad que pocos se atreven a cuestionar. Pero hay un punto de pijismo y discreta arrogancia que me hace refunfuñar. Dura poco. Al final, ella gana. Y el Daddy’s Hom

Idles. Crawler. (2021)

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No se si ha sido por el confinamiento, largas horas de soledad para pensar, practicar y expresar, pero este disco les ha salido más trabajado.   Instrumentos más limpios, melodías más identificables y voz más esforzada y ajustada. Pero que nadie se lleve a engaño. El hecho de que sea menos ruidoso, no implica que sea un disco fácil. Nada de arremolinarse plácidamente en el sofá. Y olvídense de bailar (aunque pueden saltar).  La actitud de rabiosa dureza mantiene las mismas ganas de plantarle cara a este siglo. Por lo menos. Personalmente, me ha gustado más que el anterior.

The War On Drugs. I Don’t Live Here Anymore. (2021)

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Cuando un grupo inicia un proyecto, está lleno de ilusión e ideas. Pero suele faltar oficio, complicidad. Pasa el tiempo, van aprendiendo pero ya sin la virginidad del principio. Algunos abandonos. Salen discos buenos, otros no tanto, fracasos también. Reconocer las virtudes es una garantía. The War On Drugs son una banda madura. Funciona como una locomotora. Su disco más reciente no es un prodigio de innovación experimental. Saben que su virtud es el buen rock americano de siempre. ¿Adulto? ¡Son adultos! Y allí se quedan sin ganas de buscar nada más. Porque lo hacen muy bien y ¿para que han de salirse de ese camino?

Maxine Funke. Seance. (2021)

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¿Tenéis una cabaña junto a un pequeño lago en los alpes suizos? ¿Tenéis una gran chimenea para calentar toda la estancia? ¿Tenéis una marmita junto al fuego rebosante de queso fundido? ¿Creeis que lo tenéis todo? De poco sirve todo este escenario sin la música de la neozelandesa Maxine Funke. Con la guitarra y un discreto acompañamiento de instrumentos acústicos, su voz, frágil pero decidida, evoca recuerdos con melodías que parece que no quieren molestar. Que están ahí, discretas, pero a la que te das cuenta, has olvidado la cabaña, el lago, la chimenea y la fondee. La música ha vuelto a ganar la partida.

Illuminati Hotties. Let Me Do One Mor. (2021)

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La californiana Sarah Tudzin, frontwoman del grupo, empezó su carrera musical como ingeniero de sonido. Por ahí se entiende la musicología que transpiran sus canciones: perfumes de shoegaze, noise rock, grounge… pero, sobretodo, esa capacidad de composición formal de la que tiene mucha música en sus oídos . Temas que entran con facilidad, sin renunciar a la vanguardia y la experimentación. Formación, creatividad, valentía e ideas claras. Larga vida. P.D.: MMMOOOAAAAAYAYA es una de las grandes ( y divertidas) canciones del año.

Mild High Club. Going, Going, Gone (2021)

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Ya con los primeros compases, te sitúas a la espera de que Doris Day (1922-2019) aparezca en la puerta de ducha con una toalla envuelta en la cabeza. Música de sábana blanca y chicle de menta. Psicodelia de atardecer en el Caribe (aunque son de Chicago) Como debe ser, en esta década de fusiones, sabor a mambo, bossanova y algún aliño salsero. Y Bacharach (cargado de jazz, claro), marcando el cauce pop. No encendáis un cigarrillo, no saboreéis un daikiri. Abrid la ventana y mirad. El paisaje es el que es. Poco podemos hacer para cambiarlo. Pero escuchar este disco da “amabilidad” a la vida.

Geese. Projectort. (2021)

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Pensé que eran otra de esas bandas de postpunk (por etiquetar de alguna manera) que están llegando de Inglaterra.  Actitud con su punto de rebeldía, voz que habla/canta, algo nasal, guitarras, linea de bajo y golpes de batería. Maestría en el manejo de los instrumentos y producción cuidada. Con sus golpes de efecto. La enésima reinvención del viejo rock urbano. Pero son de Nueva York. Es importante, porque el género (o rama) ha cruzado el charco. Garantía de que cada vez hay más bandas interesadas.  Y, a mi, que me gusta, me parece fantástico. 

My Morning Jacket. My Morning Jacket. (2021)

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  La primera vez, en el coche, me gustó. La segunda, en casa, pensé que era más de lo mismo. Que se repetían. La tercera, en el gimnasio, pensé que estaba bien que tiraran de oficio. Que el disco se escuchaba sin complicaciones. Todas las canciones están bien construidas. Impecablemente ejecutadas. Dentro de ese canon roquero y sureño tan propio de ellos. Con sus medios tiempos, las dos guitarras - que arrancan más de un riff - y el ritmo de las baquetas. Siempre apetece escuchar un nuevo disco de esta banda.

K. bay. Matthew E. White (2021)

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¿Que se? Es de Richmond, Virginia. Lleva una década sacando algún disco que otro. Exactamente, tres en solitario y siete con otros músicos. Tiene 39 años. Nada que no diga su (corta) entrada en la Wiki. ¿Que hace? Ahi ya se complica. ¿Pop? Digamos que si. A su bola. Este disco es un crisol melómano. Sugiere un montón de referencias. Y, esa es la gracia, metidas en una misma canción. Los cambios de clima son muy evidentes. Y continuos. Van a necesitar un puñado de audiciones para ir conociendo los rincones. Que son muchos y variados.  Excelentísima producción. Todos los detalles muy cuidados. Un disco que va a durar en el reproductor. Cuando lo terminas, vuelves a ponerlo.  Pop espléndido. Eso.

Prefab Sprout. Let's Change The World With Music. (2009)

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  Let's Change The World With Music se publicó en 2009. Pero ya estaba muy avanzado en 1993. Iba a ser el siguiente álbum tras Jordan: The Comeback. Con los Prefab Sprout al completo. Por razones que desconozco el proyecto quedó aplazado y supuso el parón de la banda y, en realidad, su disolución. En el libreto hay un “special thanks” a todo el grupo. Thomas Dolby incluido. Se lo dedica a todos “por los buenos tiempos”. En los años anteriores Paddy McAloon sufrió problemas visuales graves y fue diagnosticado de enfermedad de Ménière (verigos, ruidos). En el libreto aparece como una persona “mayor” de largas melenas y barba blanca, gafas oscuras y apoyado en un bastón. Es la imagen que proyecta desde entonces: vida tranquila en su Durham natal y, según explicó en una entrevista, con una canción nueva rondando por su cabeza. El disco está a nivel de los mejores. Bueno, es que los Sprout no tienen ningún disco que no me guste mucho.  Y contiene una de esas canciones que cuando la escu

L’Rain. Fatigue. (2021)

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Otro de los grandes discos del año. Y otro difícil de explicar. Imaginen tremendas melodías cantadas por una voz dulce, aguda y serena. Encima (o debajo) asoman ruidos ambientales de todo tipo. Y todo ello inmerso en un muro de sonido donde conviven instrumentos de todo tipo. Acústicos y electrónicos. No se puede adscribir a un estilo con nombre propio. No es soul ni es psicodelia, como he leído en alguna crítica.   En la wikipedia intentan definir el estilo y citan 19 (!) géneros posibles. Tampoco es un disco de improvisaciones, grabado en modo automático según fluyen las ideas. Tiene una producción muy pensada y no parece grabado en un par de sesiones. Poco se de Taja Cheek. Oriunda de Nueva York, donde vive. Tiene una solida formación músical y este es su segundo trabajo. Recomiendo a cualquiera que quiera ir un poco más allá de los estilos musicales más conocidos. Puedo asegurarle que no se va a aburrir en absoluto.

Horsey. Debonair (2021)

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Poco se del grupo inglés Horsey. Un 7 en Pitchfork me llevó hacia su disco de debut. Cuando escucho un disco por primera vez, tengo la (¿mala?) costumbre de hacerlo sin estar demasiado pendiente. Es como una prueba para ver si es capaz de reclamar mi atención. En este caso, no me llamó demasiado y me he entretenido con otras músicas. Lo puse esta tarde en el coche y hace un rato, mientras hacía un poco de ejercicio. Ahora mismo estoy terminando la cuarta escucha. Y me he decidido a comentarlo. Es un disco muy bueno. Diría más, extraordinario. Pero muy dificil de explicar. Horsey son capaces de pasar, con tremenda facilidad, de pasajes de trepidante ritmo roquero a deliciosas melodías que te ponen en nudo en el estómago. Con Debonair viajaras con un crooner de Las Vegas, un pianista de jazz de Chicago, un folkie de San Francisco y un roquero de Cincinatti. Todo esto sin salir de Londres. Gracias a unos tipos que tienen mucha música (clásica) dentro. Creo que no han sacado copia física p

Luluc. Dreamboat (2021)

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La reencarnación, en el siglo XXI, de los añorados folksinger de los 60. Folk tranquilamente delicioso que, a la que te despistes un poco, te arrastra hacía bosques amigables, praderas infinitas y humo de chimenea. Una y otra vez.

Twin Shadow. (2021)

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Si eres caribeño y dejas que los aires de las islas arropen unas buenas melodías a ritmo de pop/rock, garantizas, como mínimo, un disco entretenido. Si, además, vas sobrado de talento, la gente como yo, te agradeceremos la contribución a hacernos la vida mucho más agradable.

Low. Hey What. (2021)

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  Andamos un poco locos tras el Hey What, el reciente disco de Low. La mayoría de los críticos (de allá y de aquí), escriben parabienes. Destinado a convertirse en uno de los álbumes del año. Es bastante bueno, emociona y tranquiliza. Es un gran disco de oficio. Músicos muy rodados y que conocen a la perfección sus fortalezas. La misma melodía recitada, casi rezada, marca de la casa. Inconfundible. En una banda sonora de electrónica distorsionada. Double Negative los “resucitó “, aunque nunca se fueron. Hey What puede ser la confirmación , por si quedaba alguna duda, de que Low es una de las bandas grandes de la música popular de los últimos 50 años. Pero, ¿que queréis que diga? Things We Lost in the Fire (2001) sigue siendo, de momento, mi disco preferido.

Indigo de Souza. Any shape you take. (2021)

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Poco a poco se van definiendo algunas características de la década de los 20. Una de ellas es el juego al escondite y a la sorpresa. Otra, no casarse con las normas. La de Carlolina den Norte anuncia explosión pop, con canción pegadiza, para seguir con un álbum lleno de guitarrazos y energía de rock actualizado. De ese que poco tiene que ver con las praderas, la cerveza Budweiser y los sombreros de ala ancha.  Letras tristonas: dolor real, mal sueño, más oscuro que la muerte… Eso si, termina con una delicia contradictoria: kill me

Glow one. Turnstile (2021)

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No soy mucho del hard rock. Ni antes, ni ahora. La gente que si lo es, y me conoce, suele recomendarme trabajos que, sin salirse del género, juguetean con alguna fusión  o, directamente, extravagancia. Los escuché un poco antes que el nuevo de los Maiden. ¿A su nivel? No opino. (Igual tampoco son comparables)

Wednesday. Twin Plagues. (2021)

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Aunque es indie norteamericano, no es la típica banda indie de estos últimos años. Se mueve entre el grunge, el shoegaze y, vale, también, algo de folk lánguido y tirando a depresivo. Pero hay guitarras, cambios de ritmo, más de un aullido y redobles de batería. Una gratísima sororesa.

Summer Salt. Sequoia Moon.2021.

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Aunque cueste creerlo, hubo un tiempo en que ser joven era estupendo. Los adultos no eran demasiado exigentes, había tiempo para todo y el futuro se contemplaba con optimismo. Ahí encaja este grupo de Austin (Texas, EEUU) Melodias entonadas con voces agudos y coros simpaticones. Guitarras limpias y base rítmica de mecedora. Canciones para compartir junto al fuego, en la playa. Con aquellas sonrisas que solo existen en la complicidad de los veinte años.

Vince Staples. Vince Staples (2021)

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Tengo un cierto miedo escénico ante los discos de rap. A que me aburran. Este es cortito y tiene buenas críticas. Staples rapea con un tono ligeramente agudo y con menos “contundencia” que otros. Incluso, canta. El ritmo lo marcan los bajos, pero los temas están cargados de adornos que ayudan a retener la atención. (Si no queremos concentrarnos en los textos). Recomiendo a oyentes que, como yo, tengan el oido poco educado en el género. Creo que les gustará.

Willow. lately I feel EVERYTHING (2021)

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Vale. Es la hija de Will Smith. Solo tiene 20 años. Huele a producto mainstream que tira para atrás. Pero… ¿pero? No es pop al uso, lease pre, per o post chica Disney. Tampoco hip hop (para nada). Ni nada que ver con el indie. En una base que recuerda al rock británico, mueve melodias - poperas - con fuerza y soltura. Incluso, mala leche. Ni idea si su trabajo tendrá continuidad, virará a mayores garantias comerciales o apostará por el circuito alternativo. Veremos. De momento, este disco (¡el quinto de su carrera!) vale la pena escucharlo varias veces.

Billie Eilish. Happier tan ever. (2021)

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No tiene canción mala.  Un escalón por encima de su álbum de debut. Electrónica sin adornos superfluos. Pero con guiños que centran la atención. Siempre al servicio de la melodía. A veces juguetona y casi bailable. Otras, acaricia en un hilo de voz. Como solo Billie sabe cantar. Un nuevo gran disco de los hermanos O’Connell.

Spellling. The Turning Well. (2021)

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Disco “sorpresa no esperada” del año.    Ya en los primeros compases del primer tema intuyes que ahí van a pasar cosas de esas que, precisamente, no ocurren con frecuencia. Hoy por hoy. Cierras los ojos y parece que se va a abrir un telón imaginario y unos actores repeinados y bien vestidos van a interpretar una comedia de sábanas blancas.   La tremenda voz de la californiana Chrystia "Tia" Cabral   ayuda a entrar en situación y la extraordinaria producción, a “orquesta completa” desde el foso imaginado, sumerge en un puñado de temas que, encadenándose, marcan el guión de esta sinfonía pop del 21. Muy, muy recomendable. 

Wild Honey. Ruinas futuras. (2021)

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Cuando un disco aparece en todos los medios y las críticas son más que buenas, escúchalo. Lo tenía en la lista wish hasta que, por fin, me he decidido. Y pasó lo que tenía que pasar. Irresistibles melodías pop que evidencian la mirada de Guillermo Farré entre el suroeste de los EEUU y el levante ibérico. Con los pies en una isla tropical que existe en el centro de Madrid. Será el disco para las noches más apetecibles del verano. Sea cual sea el lugar en que vives.

Loraine James. Reflection. (2021)

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Tengo un problemacon la electrónica. Si es muy bailable, me aburre. Nunca he sido bailarín. Si es muy compleja, se me escapa y me da pereza meterme en ella. Cuando es base del pop ( aka estos años) no termino de pillarle las ventajas a un conjunto de ritmo tradicional.  Me gusta cuando se nota que busca experimentación y la sorpresa del que escucha. Sin serlo, me remite al jazz. Por ahí van los tiros en el segundo disco de la británica. Voy por la cuarta escucha (en distintos entornos) y seguro que caen unas cuantas más.

Sleater-Kinney. Path of Wellness (2021)

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Recomendable disco de la veteranas Sleater-Kinney. Rock acelerado y contundente. Guitarrero. Temas elaborados, con sorpresas, solos y mucho oficio.  Se hace corto. 

Hip Hip (4). Los 10. Kanye West. My Beautiful Dark Twisted Fantasy (2010)

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West ya no es un hijo de los suburbios. Nació en el seno de una familia de clase media. Primero, se ganó la vida como productor. Después, experimentó un poco hasta que decidió que había llegado el momento de ser una megaestrella. En todos los sentidos y en todos los lugares. Pero el puñetero sabe lo que tiene entre manos y como un buen encantador, público este disco. Tal vez pensando más en los blancos adinerados que en personas menos afortunadas socialmente. En el fondo, es un tipo de derechas y liberal. Que cada cual se busque la vida. A ver como le va. Tiene cuerda para rato. El disco es el más facilón de esos cuatro que escogí, uno por década. Pero es condenadamente bueno.

Squid. Bright Green Field (2021)

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 Yo no se si el llamado nuevo post punk británico, especialmente inglés, concretamente de Londres y cercanías, tiene algo que ver con el punk. La banda más emblemática es Squid y el disco bandera Bright Green Field (2021) También están Idles, Shame, Dry Cleaning y muchos otros que están siguiendo el camino que abrió The Fat White Family hará un par de años. Músicos que saben tocar muy bien. De clase media.  Es verdad que mantienen el acelerón del punk primogénito y, tal vez, algo de su actitud, pero su música es compleja y llena de florituras. Y el punk nació contra todo eso.  Tampoco son discos para escuchar saltando, precisamente. Volviendo a Squid, presentan todo eso que he descrito. Ritmo acelerado pero con muchas pausas y poca constancia. Base de guitarra, eso si. Muuuy acompañada con todos los efectos que se os ocurran. Una ópera de sonido. ¿Que me parece? Pues me deja feliz. Squid y todos esos grupos que están por los alrededores. Lo más interesante que ha salido de Gran Bretaña

Hip Hop. (3) Los 00’ JAY-Z. The Blueprint.

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También procede de Nueva York. Pero no del Bronx. Se crió en Brooklyn. Eso si, parece que también trapicheo con drogas y no terminó la escuela secundaria. Uno de los grandes empresarios del hip hop. No pretende cambiar el género, pero si ampliar la base para que alcance a un público más amplio. Lo hace más pop y arropa la música con una producción que no reniega de la orquestación. Con esa visión, ha vendido    75 millones de álbumes en todo el mundo, y ha recibido veintitrés premios Grammy.  Pero, ¿que voy a decir? Que si. Que The Blueprint es un disco que me gusta mucho. Y que sobresale en esa década tontorrona que inauguró el siglo.

Hip Hop. (2) Los 90 Lauryn Hill. The miseducation of Lauryn Hill.

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Finalizando la, musicalmente hablando, gran década de los 90, la (relativamente) desconocida Lauryn Hill debuta con este disco. Hip hop maduro y mestizo. Reconoce sus raices soul e influencias de muchos ritmos afroamericanos.   Un disco feminista de una mujer negra, madre y religiosa. Una producción milimétrica, con un uso muy inteligente de los efectos de ambiente y el acompañamiento (no suficientemente acreditado) de importantes y talentosos músicos de la escena del hip hop. Arrasó en los Grammy. Y llevó al género al mainstream, en el que todavía sigue. Aunque, Lauryn, no consiguió repetir un éxito planetario como este.

Hip Hop. (1) Los 80. Public Enemy. It takes a nation of millions to hold us back

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 Hip Hop. (1) Los 80. Public Enemy. It takes a nation of millions to hold us back El hip hop nació en los 70 en los barrios negros de Nueva York. Fue la expresión de los jóvenes para rebelarse en contra de las desigualdades y penurias que se vivían en las áreas urbanas de escasos recursos. Aquellos años no le di demasiada importancia ni me interesó. Los “blancos” estábamos más por el rock y, después, por el punk. Entonces, la música tenía “color”. Pero ya muy avanzados los 80, década un tanto endulzada, llegó a mis oídos este disco. Me causó el mismo impacto que el de los Sex Pistols, una década antes. Seguramente la tierra ya estaba abonada. Y solo faltaba que germinara la semilla. En forma de obra sólida, impactante, revolucionaria y con una calidad capaz de alcanzar a cualquiera, independientemente de su mochila cultural. Un disco a la altura de los más grandes de la música popular del siglo XX.

Low Island. IF YOU COULD HAVE IT ALL AGAIN (2021)

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Siempre apetece escuchar un primer disco de una banda. Y si piensas que te va a gustar, más. Había escuchado algún EP de Low Island. No soy muy de pop electrónico y si es bailable, casi menos. Me desfondé con los Pet Shop Boys.  🤗 Pero esta banda, pese a mantenerse en el género, sale mucho por la tangente. Se explica, en parte por su reconocida influencia de Radiohead, a los que idolatran. Pero, aviso, nada que ver. Música joven, independiente. Pero huele a éxito.

Twenty one pilots. Scaled and Icy (2021)

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¡Vale! A muchos nos gustan las canciones que entran a la primera. Es la obsesión de la industria del mainstream.  También es verdad que, en muchas ocasiones, esas canciones pierden interés tras pocas escuchas. Pero no siempre es así. Y, Weezer a parte, algunos grupos y músicos son capaces de mantener ese inicial buen sabor de boca. El sexto trabajo del duo estadounidense es un buen ejemplo. Menos rapero y bastante más popero, muestra ganas de escalar en las listas de ventas sin renunciar a su identidad e independencia. Un disco para pasar un muy buen rato. Sin más. ¿Sin más?

The Antlers. Green to Gold (2021)

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Nunca debes jugartelo en la primera escucha. Lo hice con pereza. Con la idea de que este grupo habría publicado algunos descartes para pagar deudas. Creo que llevaban 7 años sin sacar nada nuevo.  Lo he recuperado hace un rato. Corro a flagelarme. ¿Como no me di cuenta? Y tan cerca que ha estado todo ese tiempo. ¿Hay algo mejor que beber vino bajo un manzano, sentir la hierba mojada bajo los pies desnudos, refrescarse la cabeza con el agua fría de un riachuelo en verano? Si. ¡Ponerle música! Y los Antlers se han lucido. 

2104-Lambchop. Showtunes (2021)

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 Así, de entrada, el disco que más ilusión me hace de la cosecha de hoy. 35 años de carrera sin renunciar a un estilo personalismo, merecen un respeto. Para nada defraudado. Baladas underground para adormecerse. Juegueteo instrumental minimalista con la justa y necesaria electrónica. Y todo eso sin renunciar a esa base tan americana de fogatas cerca de la pradera. Porque la voz y la guitarra son el alma de todas sus cancionez. En mi opinión, hace tiempo que son un grupo de culto.

St Vincent. Daddy's Home (2021)

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No me pregunten porque, pero siempre ando buscándole las cosquillas a los discos de Annie Clark. Su enorme éxito está avalado por una calidad que pocos se atreven a cuestionar. Pero hay un punto de pijismo y discreta arrogancia que me hace refunfuñar. Dura poco. Al final, ella gana. Y el Daddy’s Home es otro discazo. Un homenaje a la música de su padre, que cumplió su condena de carcel (creo que por un tema de dinero). Aunque en el disco hay de lo de siempre.    (¿Dónde está Johnny?), nada se parece a lo de antes. Es el mérito de St Vincent. Esa capacidad de reescribir temas que refieren a otros y hacerlo rematadamente bien. Tiene tanto talento que da rabia.

The Manchester Orchestra. The Million Masks of God (2021)

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Este disco tiene un don muy apreciado. Al menos, para mi. Lo escuche un par de veces. Una mientras conducía y otra, a la vez que husmeaba con la tableta. No me llamó demasiado la atención. A la tercera, subidón: todas las canciones eran muy reconocibles. Se habían incrustado en mi memoria. Y me apetecía escucharlas. Eso no es fácil de conseguir. El mérito es de Andy Hull, compositor de los temas. Al que hay que sumarle el trabajo de toda la banda, que entregan un trabajo perfectamente producido. Tal vez no llegue al nivel de A Black Mile to the Surface (una de las joyas de la pasada década), pero por ahí andará. 

Juan Wauters. Real life situations

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El uruguayo, aunque afincado en Nueva York desde hace 20 años, vive recorriendo america latina, tocando, escribiendo y actaundo. Las películas las dirige en Europa. El título le viene como anillo al dedo a lo que es el disco. Entre sonidos de la calle y una amalgama de ritmos mestizos, tanto en inglés como en castellano, Juan canta sobre la vida y la felicidad de vivirla. Tampoco siempre. La vida es como es. De lejos me recuerda al espíritu de los añorados Moldy Peaches, pero es otra cosa. Un disco muy recomendable para oidos inquietos y abiertos al mundo. Y atención las colaboraciones. Marc DeMarco incluido.

Fiver With The Atlantic School Of Spontaneous Composition (2021)

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Una de las buenas sorpresas del año. De esas que premian el trabajo que supone husmear por las novedades tirando de hilos que, en ocasiones, son fructíferos.  Simone Schmidt es un “viejo conocido” en el panorama musical estadounidense. En diferentes formaciones, este es ya su séptimo trabajo. Me gustaría ser más erudito para explicarlo mejor. Digamos que nace del folk, el country, para abrirse a la psicodelia como objetivo y a la libre improvisación como método. Y esa mezcla, si nos la creemos, atrapa.  Hay que oírlo. Tampoco hace falta prestarle mucha atención. La música hará su magia y más de una quedará cautivado. Es mi caso.