Mis mejores discos de 2021


1. Spelling. The Turning Well. 

Disco “sorpresa no esperada” del año.  Ya en los primeros compases del primer tema intuyes que ahí van a pasar cosas de esas que, precisamente, no ocurren con frecuencia. Hoy por hoy.

Cierras los ojos y parece que se va a abrir un telón imaginario y unos actores repeinados y bien vestidos, van a interpretar una comedia de sábanas blancas.  

La tremenda voz de la californiana Chrystia "Tia" Cabral ayuda a entrar en situación y la extraordinaria producción, a “orquesta completa” desde el foso imaginado, sumerge en un puñado de temas que, encadenándose, marcan el guión de esta sinfonía pop del 21.

No dejarla escapar.


2. St Vincent. Daddy's Home.

No me pregunten porque, pero siempre ando buscándole las cosquillas a los discos de Annie Clark. Su popularidad está avalada por una calidad que pocos se atreven a cuestionar. Pero hay un punto de pijismo y discreta arrogancia que me hace refunfuñar. Dura poco. Al final, ella gana.

Y el Daddy’s Home es otro discazo. Un homenaje a la música de su padre, que cumplió su condena de cárcel (creo que por un tema de dinero). Aunque en el disco hay de lo de siempre.  (¿Dónde está Johnny?), nada se parece a lo de antes. Es el mérito de St Vincent. Esa capacidad de reescribir temas que refieren a otros y hacerlo rematadamente bien. Tiene tanto talento que da rabia.


3. Squid. Bright Green Field.

Yo no se si el llamado nuevo post punk británico, especialmente inglés, concretamente de Londres y cercanías, tiene algo que ver con el punk.

La banda más emblemática es Squid y el disco bandera este Bright Green Fied.

También están Idles, Shame, Dry Cleaning y muchos otros que están siguiendo el camino que abrió The Fat White Family hará un par de años.

Músicos que saben tocar muy bien. 

Es verdad que mantienen el acelerón del punk primogénito y, tal vez, algo de su actitud, pero su música es compleja y llena de florituras. ¿No surgió el punk contra todo eso?

Tampoco son discos para escuchar saltando, precisamente.

Volviendo a Squid, presentan todo eso que he descrito. Ritmo acelerado pero con muchas pausas y poca constancia. Base de guitarra, eso si. Muuuy acompañada con todos los efectos que se os ocurran. Una ópera de sonido.

¿Que me parece? Pues me deja feliz. Squid y todos esos grupos que están por los alrededores. Lo más interesante que ha salido de Gran Bretaña en los últimos 15 años.


4.Wolf Alice. Blue Weekend.

El disco más completo del año. El que recomendaría a aquel que solo quiera comprar uno. Banda compenetrada que mete en la misma partitura melodías pop, ritmo roquero, alguna actitud punk y guiños al indie más folk.

Un compendio, cargado de imaginación de lo que significan las herencias del rock en el siglo 21.

Probablemente, es la mejor banda del momento. 



5. The Manchester Orchestra. The Million Masks of God.

Este disco tiene un don muy apreciado. Al menos, para mi.

Lo escuche un par de veces. Una mientras conducía y otra, a la vez que husmeaba con la tableta. No me llamó demasiado la atención.

A la tercera, subidón: todas las canciones eran muy reconocibles. Se habían incrustado en mi memoria. Y me apetecía escucharlas.

Eso no es fácil de conseguir. El mérito es de Andy Hull, compositor de los temas. Al que hay que sumarle la labor de toda la banda, que entregan un trabajo perfectamente producido.

Tal vez no llegue al nivel de A Black Mile to the Surface (una de las joyas de la pasada década), pero por ahí andará. 


6. Billie Eilish. Happier Tan Ever.

No tiene canción mala. 

Un escalón por encima de su álbum de debut.

Electrónica sin adornos superfluos. Pero con guiños que centran la atención.

Siempre al servicio de la melodía. A veces juguetona y casi bailable. Otras, acariciada en un hilo de voz. Como solo Billie sabe cantar.

Un nuevo gran disco de los hermanos O'Connell.


7. L’Rain. Fatigue.

Otro de los grandes discos del año. Y otro difícil de explicar.

Imaginen tremendas melodías cantadas por una voz dulce, aguda y serena. Encima (o debajo) asoman ruidos ambientales de lo más variados. Y todo ello inmerso en un muro de sonido donde conviven instrumentos de todo tipo. Acústicos y electrónicos.

No se puede adscribir a un estilo con nombre propio. No es soul ni es psicodelia, digan lo que digan.  

En la wikipedia intentan definir el estilo y citan 19 (!) géneros posibles.

Tampoco es un disco de improvisaciones, grabado en modo automático según fluyen las ideas. Tiene una producción muy pensada y no se antoja realizado en un par de sesiones.

Poco se de Taja Cheek. Oriunda de Nueva York, donde vive. Tiene una solida  formación musical y este es su segundo trabajo.

Recomiendo a cualquiera que quiera ir un poco más allá de los estilos musicales más conocidos. Puedo asegurarle que no se va a aburrir en absoluto.


8. Black Country, New Road. For the First Time.

Una de las grandes operas primas del año. Sorpresa de la buena. No debo ser el único. Aparece en casi todas las listas.

Poco se del grupo. Ingleses. Son siete y es su primer larga duración.

Suenan a post de varias cosas. Especialmente al rock, con algún toque gótico y progresivo. Se nota que son una comba grande. Manejan muy bien los instrumentos. Muy profesionales. Tal vez esto reste algo de la frescura que suele acompañar las “operas primas”. 

Se agradece un disco como este en tiempos de un cierto minimalismo de dormitorio .


9. Indigo de Souza. Any Shape you Take.

Poco a poco se van definiendo algunas características de la década de los 20. Una de ellas es el juego al escondite y a la sorpresa. Otra, no casarse con las normas.

La de Carolina del Norte anuncia explosión pop, con canción pegadiza, para seguir con un álbum lleno de guitarrazos y energía de rock actualizado. De ese que poco tiene que ver con las praderas, la cerveza Budweiser y los sombreros de ala ancha. 

Letras tristonas: dolor real, mal sueño, más oscuro que la muerte…

Eso si, termina con una delicia contradictoria: kill me.


10. -Midnight Sister. Painting the Roses

Disco “pret a porter” del año. Se trata del segundo álbum del dúo californiano. Y es pop clásico. De ese que remite a los 70.

Canciones capitaneadas por la voz añiñada de Juliana Giraffe y vestidas por los juguetes (de todo tipo) del multiinstrumentista Ari Balouzian. 

Temas mucho más complejos y trabajados que una audición de coctel por la tarde podría sugerir. Recomiendo poca luz, auriculares y dejarse distraer por la música.

Con algún toque funk y destello disco en las primeras canciones, avanza en ritmos glam y melodías cada vez más psicodélicas, hasta el final del disco, donde ya nos sumergen en un estado de relajamiento y en paz con el mundo.



Se quedaron fuera por poco:


Twenty one pilots. Scaled and Icy.

Biffy Clyro. The Met of the Happily Ever After.

Idles. Crawler.

Sloppy Jane. Madison.

The Weather Station. Ignorance.

Little Sims. Sometimes I be Introvert.

Lorde. Solar Power.

Cassandra Jenkins. An Overview of Phenomenal Nature.

Matthew E. White. K Bay.

Horsey. Debonair.

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Renaldo & Clara. Boca aigua. (2023)