Rosalía. Motomami. (2022)


Soy de los que piensan que no hay música mala. Ni música sencilla. La música urbana, de origen proletario y latino se suele mirar por encima del hombro por parte de los blancos del primer mundo. Esta ha sido una constante cultural. Desde el flamenco al hip-hop, pasando por el jazz.

Rosalía es una buscadora. Posiblemente esta inquietud es su mayor activo. Parte de la música que ha disfrutado en la calle, como el flamenco y el reagueton están en su fenotipo musical. Pero también el pop y músicas del folclore latinoamericano.

Rosalía tiene una formación envidiable. Es músico con formación reglada. Entiende y sabe lo que hace. 

Aunque - y esa es mi humilde opinión - todavía no ha dado con lo que quiere. Lo cual no tiene porque ser malo en un artista.

Por eso el disco es tan heterogeneo de ritmos y melodías. El nexo común está en las letras. Reivindica su derecho a ser, pero también sus miedos al mundo en que se ha metido. Ambas ideas están presentes en las canciones.

El disco me ha gustado. Y, en momentos, consigue emocionarme. Creo que facilitará que los blancos del primer mundo, mayores de cincuenta años y cargados de rock, nos lo pasemos bien con la música de nuestros hijos


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