Está claro que Clara Viñals domina el lenguaje. Solo así se puede entender que sea capaz de reducirlo al minimalismo imprescindible. La métrica cuidada otorga su propia musicalidad a los pequeños poemas que son sus canciones. Que envuelve en un pop sencillo, que rehuye cualquier complicacion gratuita. Como debe ser el buen pop. Con buena letra y sin levantar demasiado la voz, nos habla del amor. De la ilusión del comienzo, la alegría de la estabilidad y la rabia del final. Pero sin dramatizar demasiado. Es una chica feliz.
No todas las historias son inventadas. Esta me la contó Juan. Coincidimos hace un par de meses en el Raval. Haciendo fotos. No nos conocíamos pero, ya se sabe. Surgen complicidades entre fotógrafos callejeros. Pasó un par de meses con Susana. Una chica de Bufalá. No se si cortó el o ella, pero creo que se aguantaban poco el uno al otro. El cuento, más o menos, es este. Tanta fiesta y tanta polla. Susana andaba borracha por el arcén de la C32. Ahí donde hay un túnel. Los coches pasaban veloces a su lado. Tenía su riesgo. Pero, ¿importaba algo? Susana, bebida de miserias no imaginadas. Incapaz de realizar las reposiciones en el super. Peleada con la encargada de turno. Despedida. Humillada. Y condenada a la nada. Desperdiciada la ESO. ¿Para que estudiar si el Jósua ganaba pasta en las casas? Tenía para las discos, para las faldas, el costo... Y se lo hacía bien. Deprisa, pero bien. Y el profe, que no sacaba el ojo de las tetas. Que no cataría. Porque Susana era solo para los primer
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