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S'estan mostrant les entrades d'aquesta data: febrer, 2025

Squid. Cowards

Hace un par de años, en la reseña sobre O Monolit, el anterior trabajo de Squid, escribía: “su música no supone un salto al vació desde el punk, sino una progresión de todo aquello que ha aportado el género” . Como si quisieran confirmar mis impresiones, Cowards supone ir un paso más allá. El punk, aunque pueda formar parte de su huella genética, ya queda bastante lejos. Como otras bandas y músicos (New Country, Black Road, Geordy Grepp y muchísimo antes, Brainiac) , los de Brighton se adentran en el rock de cámara, culto, complejo y que invita a la audición pausada y reflexiva. No abundan los ritmos ni las melodías sencillas en este disco. Eso no significa que no haya contundencia. Las baquetas que maneja el cantante se encargan de ello cuando es necesario. Sigue siendo rock.  Una parte importante del sonido característico de la banda se debe al trompeta capaz de recrear una atmósfera inquietante. Y las voces, que a veces asustan. Ajustadas para transmitir la idea que se en...

The Moles. Composition Book.

He de reconocer y reconozco que si no llega a ser por las notas del piano con la introducción de la celebérrima “Para Elisa” de Beethoven en el tercer corte de este disco igual no le hubiera prestado mayor atención. Si se trataba de un gancho, en mi caso ha resultado ser eficaz.  Veamos, ¿quien son The Moles? Pues una banda australiana (aja) que sacó un primer EP en 1990 (oops), que se mudó a Inglaterra para triunfar (ay) y se disolvieron en 1994 desanimados por el fracaso (bfff).  Richard Davies, líder de la banda, decidió seguir con su carrera de abogado, casarse, tener hijos y colaborar tras los bastidores con músicos amigos.  Hace unos meses, se reunió con algunos colegas de afición y con un iPad grabaron esta auténtica joya que es Composition Book. Lo suyo es un dulce encuentro entre el pop pegadizo de T Rex y la aspereza de la Velvet Underground. Un disco difícil de repetir. Corran porque se va a agotar.

Benjamin Booker. Lower.

El año empieza con fuerza. Permítaseme la exclamación un tanto fanatizada, pero el disco de este treintañero de Virginia se lo merece. Booker estudio periodismo musical y, puede decirse, fue antes melómano que músico. Como la gran mayoría, claro, pero, en su caso eso es muy evidente. Al menos tanto como encualquier otro. Construye su música a partir de influencias más o menos identificables (glam, blues, garage, pop…) y consigue un edificio sonoro sólido cargado de matices. Y de personalidad. Hay una huella muy propia en sus melodías y la manera de resolverlas. Sus dos anteriores discos recibieron buenas opiniones de la crítica y, en el circuito alternativo, un no desdeñable número de ventas. Lower,  a pesar de ser solo su tercer trabajo, es tremendamente adulto y, formalmente, impecable. Acurruquense en el sofá, bajen la luz y preparanse a pasar unos excelentes 40 minutos.

Matt Berry. Heard Noises.

Quien me iba a decir que este cincuentón y todoterreno (actor, guionista, productor, músico…) iba a sorprenderme con un disco de rock avanzado (que no progresivo) muy virado a la psicodelia. Reviso mi biblioteca y no tengo nada guardado de él. Significa que, o no me enteré, o lo que escuche no me convenció para conservarlo. Y este es su álbum numero 12 desde 1995…  Desde esa psicodelia que decía se mueve en diferentes registros del rock más británico. Ahora un poco de jazz, luego algo de space y también guiños al folk.  Canta, desde una cierta crisis etaria, sobre la soledad, las incógnitas y los límites; con una voz madura, con presencia. Arropado por coros  que contribuyen a que los estribillos ganen en potencia. Un disco que, a pesar de sus 50 minutos, pasa sin fatigas. Se está poniendo interesante el año.

The Weather Station. Humanhood. (2025)

El último disco de la banda liderada por la canadiense Tamara Lindeman (n. 1984) parece que aleja al grupo de su vertiente más folk para abrirse a un sonido más roquero y experimental. Con, también, evidencias jazzisticas. Mantienen, el título es significativo, el compromiso con la denuncia social y su preocupación por los grandes problemas de nuestro tiempo. Desde la injusticia social al individualismo extremo. Siguen haciendo discos de canciones, pero no son canciones simples ni sencillas para el oyente. Requiere escucha atenta. A lo largo de sus 45 minutos se suceden temas acelerados, con abundancia instrumental con otros más tranquilos sobre los que planea, en unos y otros, la delicada voz de Tamara. Un disco que tal vez no liderará ninguna lista de ventas pero que, si se escucha con atención, aumentará el número de seguidores de la banda.

Ethel Cain. Perverts. (2025)

Si bien el LP de debut (Preaches Daughter, 2022) de la floridana podría haber pasado por ser uno más de la invasión de poperas norteamericanas, un oido atento ya apuntaba a gustos algo más alternativos. Hija de un pastor bautista del sur profundo, descubre que su género no es el que se le asignó al nacer y a los 20 años se declaró mujer trans. Arropada por una seria formación musical suele escribir sobre las tristezas de la vida y la muerte. Todo eso hace 3 años. Ahora me encuentro escuchando su segundo disco, recién soltado al aire. Confuso y desorientado. Olvídense del pop. Incluso del folk, que de eso también había en su anterior trabajo. Perverts es hora y media de piano distorsionado, vientos sonoros para rellenar el fondo de angustias, alguna percusión y lamentos que surgen, a veces, de una voz mínimamente protagonista que recita más que canta: “Uno. Apatía. Soy lo que soy. Y no soy nada Dos. Disrupción. Hay un gran temblor. A través del los músculos. Un brillo de campana...