Entrades

S'estan mostrant les entrades d'aquesta data: febrer, 2016

Jubilación

Ando cerca de cumplir los 60. Es un número que impresiona, que da cierto vértigo. Parecido al que sentí cuando andaba cerca de cumplir los 20. Y, también, los 10. Es un recuerdo que mantengo muy vivo. Entonces, a los 10, los adultos preguntaban: - ¿Y ya sabes lo que quieres ser de mayor? El todavía niño se veía, un poco, como sus referentes paternos: Seré arquitecto, como mi padre. Me casaré y tendremos hijos. El ya adolescente tenía otras ideas: Haré la revolución comunista. Viviré en un kibutz y tocaré en una banda de rock. Llegado el momento de tomar decisiones, no me veía como arquitecto. Ni el dibujo, ni las matemáticas se me daban bien. Tampoco me veía diseñando casas y visitando obras o escogiendo materiales. A los 16 o 17 años decidí que sería médico. Me apasionaba saber mucho sobre el ser humano. Y la medicina parecía una buena opción. Evidentemente, sin abandonar ninguna de mis áreas de interés de aquellos tiempos. Que siguen estando ahí. Una de las cosas que heredé de

Ramiro Q.

Imatge
Ramiro Q. a sus 56 años siempre perdió. A los 6 se vino, con sus padres, jornaleros de un cortijo de Córdoba, a Barcelona. Con maleta de cartón y mantas baratas para arroparse en el tren. En realidad, pasaron Barcelona de largo. El Sevillano les llevó a la estación de Francia y allí estaba Alfredo, hermano de su padre, Jesús. Se metieron los cuatro en el 600 y enfilaron la Gran Via. Condujeron hasta el barrio de La Salud, en Badalona. Durante un par de años convivieron las dos familias en la casita de dos plantas de Calderón de la Barca. El padre de Ramiro Q. encontró, con relativa facilidad, un empleo en las obras de Santo Cristo y El Pomar. Carretilla cargada de cemento y runas arriba y abajo. 10 horas al día. También los sábados. Ramiro Q, medio fue a la escuela. La mayor parte de los días no iba el profesor. Todo patio. Ya empezó con los porros a los 14. Todos lo hacían. Ni se acercaban al cole. Fumaban y siempre había alguien con un loro grande para escuchar a los Chungui